Por: Carlos Andrés Naranjo-Sierra
Cuando va a nacer un hijo, una de las labores a la que dedicamos más tiempo, es la elección del nombre. La mamá saca una lista de nombres de niños y el papá una de nombres de niñas; los tíos opinan, los abuelos también y finalmente papá y mamá toman una seria decisión, pues saben que ese nombre será la identificación permanente de esa nueva persona.
Sería tonto pensar que el nombre es algo sin importancia. ¿Por qué entonces, se toma tan a la ligera la elección del nombre en los negocios?. Se ha vuelto común ver tiendas llamadas “tienda sin nombre” o con iniciales como “KPF” o “RPN” que finalmente vienen a ser lo mismo que no tener nombre, pues el significado de estas iniciales sólo las conoce el dueño del local y su familia y no el cliente que es quién necesita saber el nombre para identificar mentalmente el negocio.
A menos que se tenga toda la plata del mundo para por medio de la publicidad explicarle a la gente que significa “RPN” o cualquier otro nombre extraño, uno debería escoger para su tienda un nombre que desde que se pronuncie, hable de la función del negocio, de su diferencia y que sea registrable. Debe ser claro, sencillo y provocativo. Que no haya que hacer esfuerzo para entenderlo o memorizarlo como los de aquellos niños llamados Egesell o Usnavy.